lunes, 1 de diciembre de 2014

La Empatía.

()La calidad de la conciencia de la propia identidad se encuentra supeditada a la capacidad de ponernos en el lugar del otro, como si ambas favorecieran idéntica ventaja evolutiva; como si en la medida en que nos cerramos a la comprensión de otros, enturbiáramos nuestra propia comprensión
(J. García-Carrasco)

Se  podría decir que basta con mirar a las personas para distinguir unas a otras. Leyendo la cara diferenciamos matices de estados mentales en las personas que nos son próximas. Se podría decir, incluso, que se considera extraño a aquel en cuya cara leemos con dificultad. Esta lectura no es tarea fácil, requiere de práctica y ejercicio.
Paul Ekman (2004:32) y Wallace V. Friesen descubrieron que la cara puede adoptar unas 10.000 expresiones diferentes. También estudiaron cuántas de ellas tenían relación con las emociones. Construyeron un atlas de la cara y un sistema de codificación de la actividad facial.
“(…) La finura en la lectura de las tramas emocionales, por las sutiles indicaciones de la cara condiciona los matices con los que construimos las narrativas de nuestras experiencias. Podríamos decir que se dan dos sucesos bastante importantes, uno de ellos es que patrones de músculos activados puedan indican estados mentales y la singularidad de que estemos en condiciones de reconocerlos.”
Con un puñado de emociones básicas diáfanas –Felicidad, ira, tristeza y asco-, con dos en parte siamesas – miedo y sorpresa-, sembradas sobre estados emocionales de fondo –bienestar, tranquilidad, inquietud- e infinidad de inductores, las diferentes funciones mentales de distinto nivel operan, promoviendo una sinfonía polifónica de estados emocionales cuya semanticidad pone el sujeto sobre la mesa en el proceso de reconocer y ser reconocido, de comprender y ser comprendido, el yo del que damos cuenta, “con corazón en la mano”, es el resultado de la gestión de estas incidencias y corrientes emocionales.


- APROXIMACIÓN CONTEXTUAL AL CONCEPTO DE EMPATÍA:

Según la RAE, la empatía es la “identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro”; en una segunda acepción, la explica como la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimiento”.

La primera vez que se usó formalmente el término empatía fue en el siglo XVIII, refiriéndose a él Robert Vischer (citado en Davis, 1996) con el término alemán “Einfülung”,  que se traduciría como “sentirse dentro  de”. No fue  hasta 1909 cuando Titchener (citado  en Davis, 1996) acuñó el  término “empatía” tal y como se  conoce  actualmente,  valiéndose de la etimología griega εµπάθεια (cualidad de sentirse dentro). Ya con anterioridad, algunos filósofos y pensadores como Leibniz y Rousseau (citado en Wispé, 1986) habían  señalado la necesidad de ponerse en el lugar del otro para ser  buenos ciudadanos. También Adam  Smith, en su Teoría  sobre los Sentimientos Morales de 1757, habla de la capacidad de cualquier ser humano para sentir  “pena  o  compasión…ante la miseria de otras personas…o dolor  ante  el  dolor de otros” y, en definitiva, “ponernos en su lugar con  ayuda de nuestra imaginación”.

Más tarde, Schopenhauer la describió con las siguientes palabras: “acto por el que nosotros, al contemplar las cosas, establecemos con ellas una mutua corriente de influjos, una especie de endósmosis, por la que a la vez que les infundimos nuestros propios sentimientos, recibimos de su configuración y de sus propiedades, determinadas impresiones”.

Ya en pleno siglo XX, comienzan a surgir nuevas definiciones de la empatía; podemos encontrar muchas definiciones para este término de la mano de autores muy variados:

-      Mead y Piaget: definen empatía como la habilidad cognitiva, propia de un individuo, de tomar la perspectiva del otro o de entender algunas de sus estructuras de mundo, sin adoptar necesariamente esta misma perspectiva.

-      N. Feshback (1984), definió empatía como una experiencia adquirida a partir de las emociones de los demás a través de las perspectivas tomadas de éstos y de la simpatía, definida como un componente emocional de la empatía.

-      Lipps (citado en Wispé, 1986) señala que la empatía se produce por una imitación interna  que  tiene  lugar a través de una proyección de uno mismo en el otro.

-      J.L. Moreno (1914): define la empatía con estas palabras “un encuentro de dos frente a frente; y cuando tú estés cerca, yo tomaré tus ojos y en su lugar colocaré los míos, y tu tomarás mis ojos, en su lugar pondrás los tuyos; entonces yo miraré en ti con tus ojos y tú mirarás en mí con los míos”.

-      R. Redfield (1955): considera la empatía como un elemento necesario para afrontar los estudios humanistas de las diferentes culturas, pues para conocer a fondo una cultura no basta con sumergirse en esa cultura, sino que una vez culminado dicho proceso, debe abstraerse del mismo y analizarlo desde el punto de vista personal, al margen de dicha experiencia vivida, con el fin de establecer un análisis objetivo

-      Hogan (1969): definió la empatía como un intento de comprender lo que pasa por la mente de los demás o, en otras palabras, como la construcción  que  uno mismo tiene  que  llevar a cabo sobre los estados mentales ajenos. Para Hogan, por tanto, la empatía sería una  capacidad metarrepresentativa.

-      Hoffman (1987): define la empatía como una respuesta afectiva más apropiada a la situación de otra persona que a la propia.

-      Según Batson et. al. (1997): habilidad que posee un individuo de inferir los pensamientos y sentimientos de otros, lo que genera sentimientos de simpatía, comprensión y ternura.

-      Gallagher y Frith (2003): habla de la empatía como la habilidad de explicar y predecir el comportamiento de uno mismo y de los demás atribuyéndoles estados mentales independientes, tales como creencias, deseos, emociones o intenciones. 
Existen varios aspectos esenciales de empatía:
ü  Una respuesta afectiva a otra persona, lo que a menudo, pero no siempre, implica compartir el estado emocional de la persona (componente afectivo).
ü  Una capacidad cognitiva para tomar la perspectiva de la otra persona (componente cognitivo)
ü  Algunos mecanismos de regulación que hacen un seguimiento de los orígenes de los sentimientos de uno mismo y de otro tipo (Decety y Jackson 2004 ).

   De todo lo anterior, se puede señalar que hasta ahora, en la literatura científica el concepto de empatía está relacionado con la comprensión del otro y de su mundo afectivo, a la que se llega como resultado de conectar con los sentimientos ajenos. En esta habilidad, subyace un número de importantes capacidades de comportamiento incluyendo calidad de interrelación, desarrollo moral, agresividad y altruismo. También incluye una respuesta emocional orientada hacia otra persona de acuerdo con la percepción y valoración del bienestar de ésta y una gama de sentimientos empáticos como simpatía compasión y ternura.



- ORIGEN DE LA EMPATÍA EN EL CEREBRO:

El desarrollo de las técnicas de neuroimagen ha hecho posible que se produzca un espectacular avance en el conocimiento de las estructuras neuronales implicadas en diversos procesos psicológicos y comportamientos complejos. En los últimos años ha habido un notable incremento del número de estudios focalizados en analizar y comprender el funcionamiento de los circuitos cerebrales implicados en la empatía. Así, se han llevado a cabo diversas estrategias experimentales para tratar de reproducir en el laboratorio diversas situaciones que podrían producir empatía de manera similar a como ocurre en la vida cotidiana.
Los principales diseños experimentales se centran en la presentación de estímulos con contenido emocional –imágenes o situaciones–, estímulos dolorosos o estímulos somatosensoriales. Estos estudios han puesto de manifiesto que, entre otras estructuras, las cortezas prefrontal y temporal, la amígdala y otras estructuras límbicas como la ínsula y la corteza cingulada desempeñan un papel fundamental en la empatía.
Los actuales modelos neurocientíficos de empatía postulan que un estado motor, perceptivo o emocional determinado de un individuo activa las correspondientes representaciones y procesos neuronales en otro individuo que observa ese estado. Los trabajos en este ámbito se han llevado a cabo tanto en primates no humanos como en humanos.  El descubrimiento de las neuronas espejo en las cortezas premotora y parietal de primates no humanos que se activaban durante la ejecución de una acción determinada y durante la observación de la misma acción realizada por otro agente (primates no humanos o humanos) sugiere que su sistema nervioso es capaz de representar las acciones observadas en los otros en su propio sistema motor. Más recientemente, otro estudio ha mostrado que estas neuronas espejo del lóbulo parietal inferior no sólo codificaban los actos motores observados, sino que además permitían al observador entender las intenciones del otro. En este sentido, muchas de estas neuronas respondían de forma diferente cuando una misma conducta (p. ej., coger algo) que podría formar parte de diferentes acciones, formaba parte  de una acción específica (p. ej., comer). De hecho,  incluso se activaban antes de que empezaran las  conductas posteriores que especificaban la acción.  En otra investigación se había mostrado que una  parte de las neuronas espejo de la corteza premotora se activaba durante la presentación de una acción pero también cuando se escondía la parte final de la acción y, por tanto, sólo podía inferirse.
En humanos, la evidencia de representaciones neuronales compartidas entre uno mismo y los otros se describió en primer lugar en el campo de la acción y la emoción. Más recientemente, la investigación ha mostrado el papel de las representaciones compartidas en los dominios del procesamiento del dolor y del tacto.
A principios del siglo XX, el filósofo y psicólogo alemán Theodor Lipps, introdujo el concepto de empatía y supuso que llegamos a conocer los estados de otras personas imitando internamente sus gestos y acciones. Precisamente el descubrimiento de las neuronas espejo abrió la  puerta a las bases neurobiológicas de la imitación. 

Me gustaría hacer mención a un artículo publicado en la versión on-line de “Cerebral Cortex”,  donde la investigadora Lisa Aziz-Zadeh de la USC (Universidad del Sur de California), orientó su trabajo hacia el  estudio sobre cómo el cerebro genera empatía.  Según los resultados de Aziz-Zadeh, sentimos empatía por alguien cercano, cuando por ejemplo siente dolor en alguna parte del cuerpo, teniendo su origen fundamentalmente en la parte intuitiva sensorial-motora del cerebro. Sin embargo, la empatía que se siente por alguien con quien tenemos menos afinidad tiene su origen en la parte racional del cerebro. A pesar de que estas partes del cerebro están involucradas en diferentes grados dependiendo de las circunstancias, parece que tanto la parte intuitiva como la racional trabajan conjuntamente para generar la sensación de empatía.


- VALORACIÓN PERSONAL:


“Los cuatro principios que deberán regir la educación en el siglo XXI: aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a ser y aprender a vivir juntos.”

(Delors)

Llegados a este punto, tengo que reconocer que existen muchas líneas abiertas para estudiar e investigar sobre la empatía, pero en vista de que se trata de un trabajo libre, sin guiones, etc.  y de mi anterior formación pedagógica, voy a permitirme el lujo de de hablar sobre la importancia que considero que  puede llegar a tener la empatía dentro del sistema educativo.
Comenzar diciendo que cuando se adquiere un título universitario, en el este caso para ejercer la profesión docente, no existe ninguna garantía de que esa persona sea apta para desarrollar esa profesión, y la verdad que es algo que cada vez, tengo más claro. Se da por supuesto que la capacidad intelectual está ya suficientemente probada, tanto como que esa persona está preparada para transmitir los conocimientos que durante muchos años ha adquirido en esa formación. Pero a donde quiero llegar es que es mucho más difícil probar que una persona posee las capacidades que le permitan estar a la altura y asumir la gran tarea de educar.
Tengo la sensación de que a esta sociedad actual, hablando en términos generales, sólo le importa o  presta mayor atención a una formación puramente académica y con proyección del niño a la vida adulta. Creo que se hace muy necesaria una formación emocional que ponga en aviso y prepare al futuro docente para las difíciles y variadas situaciones que se darán en el ámbito educativo.
Toda práctica de formación instituye un entorno de acción de fuertes implicaciones personales, donde la competencia interactiva juega un papel tan importante como la competencia cognitiva. Independientemente de sus metas implícitas, el sistema educativo supone el escenario idóneo para el ejercicio de la competencia relacional  en contexto de prácticas con sujetos, la mayoría de los casos, emocionalmente inmaduros. Educadores y educandos, llevan historias de vida experienciales que personalizan la expresión y la comprensión de las emociones y de los sentimientos, desde los que son capaces de vivenciar y comprender el significado de esas prácticas que llevan a cabo. 
A mi parecer, considero que la empatía es uno de los requisitos que deberían acreditar todos los profesionales de la educación, de esta manera, en cierto modo podríamos asegurarnos que llega a comprender de verdad al alumno, llegado el caso, también a los familiares e incluso a los propios compañeros, mostrando una actitud positiva de diálogo y sintonización, que se tornan claves en las relaciones humanas y sobre todo en el sistema educativo.  Se hace necesaria una predisposición a dejar atrás el egoísmo personal. Se trata de olvidarse un poco de uno mismo, para lograr ponerse en la perspectiva del otro. Por tanto se podría decir que la empatía requiere de un proceso de implicación e interés. En todo esto, nos va el hecho de que el educando sienta que es importante, menos significativo y que es comprendido. Por tanto, destaco la importancia de que desde una formación integral, de la mano con la dimensión técnica-teórica, se trabaje también la vertiente humana y más concretamente los aspectos de carácter emocional.
Resulta esencial para el educador, desarrollar esa variedad de “inteligencia”, que le permite reconocer e interpretar la presencia y el significado de las emociones propias y ajenas, así como detectar las situaciones en que se producen y las actuaciones que las llegan a promover. Es sólo en ese momento, en el que se está preparado para razonar sobre ellas, de aprovechar sus influencias de manera adecuada al contexto y de comprender los sentimientos de las personas con las que se relaciona.
 Creo recordar que durante la carrera pude leer que el “Talón de Aquiles” de muchos de nuestros docentes actuales, no es la falta de conocimientos o capacidades para desenvolverse dentro del aula, sino más bien la escasa formación o incluso la poca implicación o disposición que muestran ante la tarea de afrontar las múltiples situaciones emocionales que se producen en las aulas.

Para concluir he de decir también, que al igual que la insuficiencia empática puede suponer un grave problema,  la implicación empática excesiva, puede dañar la relación interpersonal, el proceso educativo y hasta la propia salud mental del educador, que será más propenso a “quemarse”. Se precisa por tanto, como casi todo en la vida, un equilibrio.

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